El libro de Josué nos cuenta la historia de Acán, un israelita que en medio de una batalla decidió conservar ciertas cosas que estaban destinadas a destrucción.

Entre esas cosas había un «bello manto» una ropa muy bonita y costosa que hacía que muchos se sintieran importantes, además conservó «monedas de plata» y «una barra de oro que pesaba mucho» (v. 21).

Acán como muchos otros israelitas estaba fuertemente influenciado por la cultura egipcia, una cultura cargada de apariencias, una cultura que buscaba en la bebida y en la diversión una forma de llenar su corazón. Una cultura que adoraba ídolos.

Por su lado, la cultura israelita se caracterizaba por su búsqueda de santidad, era un pueblo distinto y especial. Ellos siempre fueron creyentes pero durante su largo viaje por el desierto lograron entender lo que realmente era valioso, ellos llegaron a conocer de cerca al Dios que les daba un gozo inexplicable y una fortaleza constante.

A algunos nos puede tomar más tiempo que a otros, pero considero que todos necesitamos desechar actitudes, deseos o afanes que estuvieron presentes en nuestra vida Sin el Señor.

Las escrituras dicen que Israel no pudo ganar la batalla que libró mientras Acán mantuvo ocultas aquellas cosas que su Enemigo apreciaba.

No se pueden ganar nuevas batallas llevando cargas de la vieja naturaleza.

Nadie pone vino nuevo en odres viejos.

#renovación constante

Lindo día,

Pame Alcázar