DISEÑADOS PARA CREER

En los años 50, el médico Henry K. Beecher observó que muchos pacientes mejoraban tras recibir simples inyecciones de solución salina creyendo que se trataban de medicamentos efectivos para su mal. El cuerpo respondía con reducción de estrés, cambios en neurotransmisores y mejora del sistema inmunológico.
Así se reconoció el llamado «efecto placebo», que, aunque no es una regla para toda dolencia, sí es una prueba de que creer firmemente en algo puede activar procesos reales de sanación. De hecho, hay estudios que muestran que personas que creen que van a mejorar, realmente mejoran, incluso sin tratamiento químico.
«Te alabo porque Soy una Creación Admirable, ¡tus obras son maravillosas!» (Salmos 139:14) Fuimos creados con un sistema que responde a la Fe!
Nuestra mente tiene la capacidad de influir en lo físico a través de un pensamiento lleno de confianza. Y esa conexión ya es motivo de esperanza…
Pero muchas veces permitimos que la incredulidad nos domine. Cerramos el corazón.
No siempre vivimos por fe. Aunque nos llamamos creyentes.
Jesús se admiró de esto y no pudo hacer muchos milagros en su propio pueblo (Marcos 6:5-6).
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Quizás debamos actuar conforme a nuestra fe.
Puede que nos toque aprender a creer con paciencia.
O tal vez debamos aceptar algo creyendo que es lo mejor.
Pero creer es creer; alivia el cuerpo y trae paz al corazón.
«En todas partes se honra a un profeta, menos en su propia tierra, entre sus parientes y en su propia casa» (Marcos 6:4)
Ojalá que quienes estamos en la casa de Dios no dejemos de honrarlo con nuestra Fe.
#reflexiones
Pame Alcázar