Una luz que no se apaga

Cuenta la leyenda que hace muchísimos años un pequeño y travieso Rayito de sol emprendió su primer viaje a la tierra. En el camino pensaba que quería demostrarle a todos lo brillante que era y lo lejos que podía iluminar. Le emocionaba imaginar la bienvenida que le darían en ese planeta, lo felices que estarían todos de conocer un potente y brillante Rayo de luz como él. 

Al llegar a la tierra, buscó por horas el lugar más oscuro para iluminarlo y demostrar su talento, hasta que por fin encontró una cueva. Intentó entrar, y a penas puso un pie en la cueva, notó cómo este se apagaba. Ahí comprendió que la fuente de su luz, no era él, sino su Padre, y que si no permanecía bajo la luz del Sol, tampoco él brillaría.

Dios nos ha creado a cada uno de manera especial, ha puesto talentos en nosotros para que podamos iluminar la vida de muchas personas, pero debemos recordar que la fuente de nuestros dones no está en nosotros, sino que es Dios, y mientras estemos conectados con él, mientras su luz nos ilumine, nos dé vida y nos proteja, lograremos muchas cosas maravillosas y podemos estar seguros de que Él nos hará brillar! Pero si nos alejamos de él y de su mirada, nuestra luz se apagará. 

«Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; PORQUE SEPARADOS DE MI, NADA PODEÍS HACER» Juan 15:5

Inculquemos las verdades bíblicas en el corazón de los niños de Dios así crecerán felices sin querer impresionar a otros, disfrutarán entonces del poder de caminar con humildad y libertad siempre de la mano de su Padre Celestial.

Cuento adaptado.

Por Gabriela Chiri

Lic. en Filosofía , Mag. en Gerencia Social

Narradora y Autora de Libros para Niños