Aunque solemos pensar que seríamos más felices si cambiáramos alguna circunstancia de nuestra vida, la investigación sugiere que esos cambios solo representan un 10% de nuestra felicidad.

Un trabajo o negocio perfecto, la pareja ideal, los hijos, los éxitos o cualquier otra cosa que nuestro corazón desee, sin duda aportan alegría, pero no en la medida que solemos imaginar.

Cuando finalmente obtenemos aquello que anhelamos, sentimos felicidad por un tiempo. Sí, nos da un impulso, pero este no es sostenido ni permanente.

Según un estudio sobre personas felices, se descubrió que los más felices no eran necesariamente los más inteligentes, ricos, o atractivos. La clave de la felicidad parecía estar en adoptar ciertas conductas que, científicamente, se ha demostrado que aumentan el bienestar.

En dicho estudio, las personas felices compartían rasgos comunes: dedicaban gran parte de su tiempo a cultivar sus relaciones con amigos y familia, se sentían cómodos expresando gratitud por lo poco o mucho que tenían, solían siempre ayudar, eran optimistas y disfrutaban de los placeres simples de la vida. Además, practicaban deporte, estaban profundamente comprometidos con sus metas y mostraban fortaleza y serenidad al enfrentar los desafíos inevitables de la vida.

Curiosamente es el estilo de vida al que la palabra de Dios integralmente nos guía.

“¡Vivan siempre alegres en el Señor! Lo he dicho y lo repito: ¡Vivan alegres!” (Filipenses 4:4)

Las escrituras lo expresan con claridad: vive cada día con alegría. No establece condiciones sobre lo que debes tener para ser feliz, porque la verdadera alegría no nace de lo externo, sino de una relación con Dios, espiritual que nos da sentido de vida y plenitud a nuestros días…

Debe ser por ello que cuando en su tiempo perfecto llega una bendición, la recibimos con tranquilidad, con un corazón diferente que entiende que es una añadidura más (Mateo 6:33)

Agradecimiento, humildad, relaciones sanas, cuidado personal y amor sincero forman el estilo de vida al que Dios nos guía, y en ellos se encuentra la verdadera felicidad.

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Pame Alcázar